Previo a las elecciones de 2003, Esperanza Aguirre jugó, como en otras ocasiones, con la necesidad compulsiva que sienten las familias de conseguir para sus hijas e hijos la que creen es la mejor educación posible que les prepare para el mundo al que se han de enfrentar más adelante. Sin casi presupuesto y con poco profesorado preparado, se colgó el cartel de «bilingüe» en muchos colegios de primaria. Estos centros, en su mayoría, andaban por aquel entonces con problemas para llenar sus aulas. El «cartel» les trajo la solución ideal. La escuela concertada no picó el cebo y se apuntó a un «bilingüismo» menos segregador y que nada tiene que ver con el propio significado de la palabra.
En este momento nos encontramos con alumnado ya en la ESO que procede de
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