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Plantear la liberación del aprendizaje respecto de la enseñanza, puede sonar como algo extraño en los ámbitos educativos. En éstos se ha naturalizado la imagen de su dependencia y de su reductibilidad a la enseñanza aún contra la evidencia de que aprendemos aunque nadie nos enseñe, es decir, sin la intención deliberada de un sujeto que así se lo propondría.
Así, muchos de nuestros aprendizajes- quizás los más importantes- ocurren no sólo sin que nadie nos enseñe sino contra nuestra propia voluntad, a veces sin motivo alguno o sin que nos demos cuenta. Por eso es difícil saber de antemano cómo alguien llegará a aprender.
Como este significado se asocia a una concepción economicista del mismo que establece una escición entre el sujeto y el saber como entidad exterior (adquirir saber como cualquier otra mercancía), la crítica ha introducido una nueva noción denominada «relación con el saber».
Con ella se pretende superar la separación entre el sujeto y el saber colocándose el aprendizaje como un acto y no una impresión pasiva; por eso es importante indagar ¿cómo adquirir el saber?, ¿cómo facilitar su apropiación?, ¿cómo actúan los mecanismos cognitivos en el aprender?, ¿cómo se aprenden los diferentes saberes?.
Se concluye así que «la realidad de los saberes es la de un proceso y no la de resultados y productos. El saber no está constituido por la masa de resultados (informaciones); el saber es saber de lo que él es, de la capacidad de un individuo de dar cuenta y razón de lo que sabe. Por eso aprender es aprender la libre disposición del espíritu que es el saber, una facultad de elegir entre todas las cosas y las opiniones, de acuerdo con la razón» (Beillerot,)
Podríamos intentar algún tipo de solución a este interrogante. Trataríamos, en primer lugar, de potenciar el carácter posAhora bien, la pregunta es ¿cuál es esa entidad que estando en el afuera de la enseñanza y del saber se da como fuente del aprender?, ¿cómo constituir al afuera como objeto del aprendizaje? .
La insistencia de la noción en lo real y no en lo posible, su carácter de determinación, su cambio y devenir permanente, su inmanencia no nos estarían señalando a la vida?.
Eso con lo que nos encontramos, lo que nos afecta, lo que no puede ser sino sentido, no es precisamente la vida?, ¿no será ella a la que el aprendizaje en tanto sensibilidad debería atender y descifrar?; ¿no será ella de la obtenemos los acontecimientos que nos permiten problematizar ese saber constituido?, en fin ¿no sería el aprender aquella fuerza de actualización de la vida?
…es una noción contradictoria en oposición al carácter negativo del aprender definido como carencia de saber.
El razonamiento así expuesto, deriva en una identificación entre saber y aprender; por evitar que el aprendizaje quede reducido a la reproducción de un saber se cae en una mayor reductibilidad. ¿Cuáles podrían ser las consecuencias de esta postura?
Podría apreciarse una idealización del saber en tanto se prescindiría de un análisis sus condiciones sociales de producción al darse un estatuto al sujeto cognoscente como fuente de los saberes.
Foucault abordará la noción de saber desde otra perspectiva. La noción de saber ha sido objeto de atención en los últimos años. Jacky Beillerot, y otros dan cuenta de la pluralidad de significados del término en el que pesa su origen latino como «lo que es sabido, lo que ha sido adquirido, un estado estático y una apropiación íntima, algo que, se supone, no ha de ser olvidado ni perdido. En el saber hay certidumbre y carácter definitivo.
Ahora bien, la pregunta es si reconocer tal positividad al saber, tal exterioridad, significa asumir el aprender como una entidad reproductora del saber tal como es inherente al dispositivo de enseñanza. O se podría pensar en otra relación del aprender con el saber que no fuera su reductibilidad o su sometimiento a éste?